domingo, 13 de septiembre de 2009

"EL VIEJO Y EL MAR" Ernest Hemingway


Recogieron el aparejo del bote. El viejo se echó el mástil al hombro y el muchacho cargó la caja de madera de los enrollados sedales pardos de apretada malla, el bichero y el arpón con su mango. La caja de las carnadas estaba bajo la popa, junto a la porra que usaba para rematar a los peces grandes cuando los arrimaba al bote. Nadie sería capaz de robarle nada al viejo, pero era mejor llevar a casa la vela y los sedales gruesos puesto que el rocío los dañaba, y aunque estaba seguro de que ninguno de la localidad le robaría nada, el viejo pensaba que el arpón y el bichero eran tentaciones y que no había por qué dejarlos en el bote.
Marcharon juntos camino arriba hasta la cabaña del viejo y entraron; la puerta estaba abierta. El viejo inclinó el mástil con su vela arro
llada contra la pared y el muchacho puso la caja y el resto del aparejo junto a él. El mástil era casi tan largo como el cuarto único de la choza. Ésta estaba hecha de recias pencas de la palma real que llaman guano, y había una cama, una mesa, una silla y un lugar en el piso de tierra para cocinar con carbón.

Editorial Seix Barral, 1983 , pág. 11-12


Comentario:


El viejo y el mar
es una novela corta con corte de gran novela. Hemingway la escribió en Cuba en el año 1951 y la publicó un año después. La narración se sitúa en la isla de Cuba y tiene a tres personajes como protagonistas principales: Santiago, el viejo; Manolín, el muchacho; y el Gran Pez. Se trata de u
na obra de gran sencillez, en la que el autor parece que ha aventado el escrito y ha dejado lo esencial; sin ornamentos, sin palabrería, sin vocabulario enrevesado ni rebuscado. Me recuerda este libro a la literatura de Tagore o a la de Herman Hesse en Siddartha. Hemingway ha centrado su escrito en los valores del hombre: la amistad, el trabajo, el amor, la perseverancia, la dignidad o el respeto. Santiago es un pescador de pobreza extrema; no es ninguna novedad en el pueblo donde vive, todos los demás pescadores lo son también. También lo es Manolín, un muchacho que ha entablado una estrecha amistad con el viejo desde que éste le enseñó a pescar. Los dos se entienden muy bien: el muchacho siente admiración por el viejo, el viejo le da mucho cariño, y los dos se tienen un gran respeto. El muchacho salió a pescar con el viejo como ayudante durante cuarenta días y en ese período no lograron pescar nada. Los padres del chico le mandaron a trabajar a otro bote en el que sí se recogía pescado. Ochenta y cuatro días pasaron sin que el viejo consiguiera pescar y, por tanto, ganarse su sustento. Al que hizo ochenta y cinco se echó a la mar solo en su pequeño bote y la suerte quiso que mordiera el anzuelo el Gran Pez, el más grande que nunca hubiera visto. Comenzó entonces un combate de resistencia, de estrategias, de poder, entre el viejo y el pez. Para descubrir los verdaderos valores de esta novela hay que enfrascarse en sus páginas y ponerse en el pellejo del pescador en su lucha con la naturaleza, con el mar, con el esfuerzo, con el dolor, con el hambre y con un animal al que respeta y valora, hablándole con ternura y sintiéndolo a través del sedal que les une. En esta lucha cada uno tiene un objetivo: liberarse el del pez; cobrarlo y llevarlo a puerto para vender su carne, el viejo. Poder mostrar ese maravilloso ejemplar al resto de los pescadores es una forma de triunfo, de la capacidad de un pobre viejo para conseguir la mejor captura. Una forma de decir a los demás "véis, soy viejo pero todavía tengo fuerzas para hacer algo grande". No estaría mal que muchos lectores de la corriente actual de novela pseudohistórica intercalaran entre bestseller y bestseller un libro como éste. En contra de esta novela juega el número de páginas, poco más de ciento cuarenta ( un bestseller que se precie no cuenta con menos de quinientas páginas), pero no hay que preocuparse, es una novelita que va tan por derecho que, una sola acción, capta nuestro interés suficientemente y nos deleita desde el principio hasta el final. (S.H. 2009)