martes, 24 de marzo de 2009

"NUESTRO HOMBRE EN LA HABANA" Graham Green


Wormold abrió el tablero. Luego dispuso sobre los cuadros veinticuatro botellas de whisky en miniatura: doce de bourbon enfrentaban a doce de scotch.
- ¿ Qué es esto, mister Wormold ?
- Una idea del doctor Hasselbacher. Pensé que podríamos jugar una partida en recuerdo suyo. Cuando coma una pieza se la bebe.
- Una idea astuta mister Wormold. Como juego mejor, bebo más.
- Y entonces yo le doy alcance, también en las copas.
- Creo que preferiría jugar con piezas comunes.
- ¿ Tiene miedo de que le derroten, Segura ? Tal vez tenga la cabeza floja.
- Mi cabeza es tan dura como la de cualquiera, pero a veces, cuando bebo, me encolerizo. No quiero perder los estribos con mi futuro padre.

- Milly no quiere casarse con usted, Segura.
- Eso es de lo que tenemos que conversar.
- Usted juegue con el bourbon. Es más fuerte que el scoth. Será mi desventaja.
- No es necesario, jugaré yo con el scotch.
Segura dio vuelta al tablero, sentándose.
- ¿ Por qué no se quita el cinturón, Segura ? Estará más cómodo.
Segura puso el cinto y la cartuchera en el suelo, a su lado.

Editorial Seix Barral, 1984, pág. 243-244

COMENTARIO:

No soy muy dado a seguir esas recomendaciones que, con gran despliegue mediático, hacen las editoriales para convencernos de las excelencias de un libro. Son tanto los intereses que tienen con ánimo de lucro, que harán pasar por maravillosa la obra más vulgar. El bombardeo publicitario consigue, indefectiblemente, convencer a incautos que no dudan que un autor tan conocido (tan conocido por presenciar su imagen y su libro en mil escaparates, centros comerciales, vallas publicitarias, televisiones, etc.) sea la revelación del siglo y la obra un alarde de poderío literario. Y, ya se sabe, lo que no consiga el dinero. Algo así ocurre con la actual moda de literatura pseudohistórica / policíaco / esotérica / fantasmagórica. Pareciendo que basan sus argumentos sobre hechos reales, desvelan y revelan verdades ocultas ( a mayor disparate mayor atracción lectora), verdades que se les han pasado por alto a todos los hijos de vecino que han poblado la Historia. Es más, el hecho ha dado, espectacularmente, la vuelta a la tortilla histórica. A Jesucristo se le descubren hermanos; la Santa Cruz se la guardó un comerciante romano que se asentó en la Hispania Citerior; Galileo celebraba misas negras en una secta; Cristóbal Colón había nacido realmente en Líbano pero, de pequeño, unos piratas secuestraron el barco en el que viajaba con sus padres y lo vendieron a un mercader veneciano; y, por dar término a tantos y tantos motivos argumentales, Napoleón tuvo relaciones íntimas con Agustina de Aragón. ¡Ya!, pues nada, lo que vende vende; todos al tren hasta que se le acabe el carbón. Y esto no es lo malo, lo peor es la mediocridad con la que están escritos la mayoría. Ya lo dije al principio, no me gusta nada la mercadotecnia editorial. Distinto es que alguien, de sobrada seriedad y abundante criterio te transmita las bondades y la calidad de un libro. Te introduzca en la trama, en las virtudes literarias; te muestre que ese pasaje sobre la pasión o la envidia te hará descubrir aspectos en los que merece la pena detenerse. Surgió en una charla el nombre de John Le Carré ( su último libro El hombre más buscado), la guerra fría, Churchill, el espionaje; y él acabó hablándome de Nuestro hombre en La Habana de Graham Green. Un libro bien escrito, un mundo de espías en el que la habilidad para el engaño de un británico residente en La Habana provoca que se vea envuelto en asuntos de alto espionaje. Wormold es un representante de aspiradoras que se ha separado de su mujer y que vive con Milly, su hija, una estudiante de dieciséis años rebelde y atrevida. La acción se desarrolla en la Cuba de Batista. Un año después de la publicación de la novela (1958) se produce la revolución cubana. Hacer de espía le reporta unos ingresos que piensa destinarlos a cubrir los estudios de Milly. Pero, a cambio, debe redactar informes para el servicio secreto británico y enviarlos a Londres. Por supuesto, se los inventa y hasta envía unos planos de sus aspiradoras que hace pasar por armamento. Monta una red de espionaje ficticia que sustenta la mentira que mal que bien lleva adelante. Cuba, y La Habana, como ciudad más importante, están carcomidas por la corrupción, por la delincuencia y por las necesidades. Los abusos y los sobornos forman parte, igual que el uniforme, de las actividades de la policía. Los cabarets, las salas de baile, el alcohol y la prostitución atraen a los extranjeros, aportando a la isla sus buenos dólares. Nuestro hombre en La Habana es un libro escrito por un gran conocedor de los servicios de espionaje. Su argumento nos introduce de un modo irónico, y hasta cómico, en una trama perfectamente elaborada; sus diálogos son el principal atractivo de la novela, bien hilvanados, dinámicos y ocurrentes. Merece la pena prestar atención a personajes como el capitán Segura, el doctor Hasselbacher y Beatriz, la colaboradora de Worlmod. El tema del libro está basado en la realidad, en muchos de los acontecimientos acaecidos entre países enfrentados por la Guerra Fría. El juego sucio existente en las embajadas y consulados de los países que estaban en la órbita de Estados Unidos o en los que estaban tras el Telón de Acero. Códigos secretos, microfilms, planos, pistolas con silenciador, sabotajes a empresas o medios de transporte, intercambio constante de maletines con dinero y/o documentos, asesinatos, etc. son los ingredientes de este tipo de novelas. Algunos consideran Nuestro Hombre en La Habana como la mejor novela de Graham Green, pero El factor humano o El americano impasible son dignas de tenerse en cuenta. Volviendo al principio, es preciso recordar que estamos siempre muy pendientes de las novedades editoriales. A veces reservamos un libro antes de que salga a la venta con el único aliciente de unos anuncios en prensa o televisión, sin embargo, es un buen recurso dirigir la vista atrás y leer esas buenas obras que casi han sido olvidadas y que son excluidas de las librerías por el aluvión de publicaciones que semanalmente necesitan ocupar los lugares privilegiados en las estanterías y en los escaparates. Si tienes amigos que te descubran buenos libros, aprovéchate. También suele ser más barato.
(SH, 2009)