miércoles, 7 de octubre de 2009

" MAL DE ESCUELA" Daniel Pennac



De 1969 a 1995, si se exceptúan dos años pasados en un centro de alumnos muy selectos, la mayoría de mis alumnos fueron pues, como lo fui yo mismo, niños y adolescentes con dificultades escolares más o menos grandes. Los más afectados presentaban poco más o menos los mismos síntomas que yo a su edad: pérdida de confianza en uno mismo, renuncia a cualquier esfuerzo, incapacidad para la concentración, dispersión, mitomanía, constitución de bandas, alcohol a veces, drogas también, supuestamente blandas, pero aun así algunas mañanas tenían la mirada más bien líquida...

Editorial Mondadori, 2008, pág. 143



Comentario:

Daniel Pennac es un escritor francés nacido en Casablanca en 1944; su infancia la vivió en diferentes países de África y del Sudeste asiático. En este libro, considerado como una autobiografía novelada o un ensayo autobiográfico, el escritor explica las dificultades que tuvo con los estudios en sus primeros años educativos.
Partiendo de su condición de "zoquete", - él se autocalifica así a lo largo de todo el libro -, analiza el sistema educativo, la disposición al estudio del alumno y la relación alumno/profesor, entre otros temas.
Tras la lectura de Mal de Escuela uno no sabe cuál es la fórmula para que un mal alumno pueda reconducirse o un buen alumno pueda malograrse. Sí parece colegirse que una buena educación familiar crea en el niño una personalidad donde prima el respeto, la tolerancia, la amistad, el trato correcto o las buenas maneras. Después las capacidades para el estudio dependen de la persona, además de una buena motivación del alumno, buenos profesores o un sistema educativo bien diseñado. Daniel Pennac trata con cariño y comprensión, aunque no por ello deja de darles varapalos puntuales, a todos aquellos que se les hace cuesta arriba las operaciones matemáticas, la sintaxis o la historia. La motivación, el detonante que pone
en marcha el interés por el estudio puede ser variado: un profesor, una lectura, la familia, una palabra, la televisión, la música, un amigo, etc. Para otros estudiantes esta transformación no se produce nunca. Daniel Pennac trata con especial cariño a esos estudiantes con dificultades de integración social o de aceptación por su condición de inmigrantes, situación que se ha dado en Francia desde hace unas cuantas décadas. En su etapa educativa como profesor de Lengua y Literatura se ha inclinado especialmente hacia estos grupos tratando de facilitarles el camino de la formación. Sin embargo, se percibe en esta obra su inflexibilidad y rechazo hacia los alumnos violentos y desvergonzados o los destructores del buen ambiente escolar. Predica la libertad del hombre mediante el saber y la formación. Esto hace que se tenga más criterio y capacidad de elegir mejor entre diferentes situaciones. Pero también recalca ese sometimiento que los jóvenes tienen, a causa del marketing y la incitación al consumo, y que les reduce la capacidad crítica de elección que ellos a veces creen tener. Sobrevuela en Mal de Escuela la satisfacción del autor al haber conseguido superar sus dificultades durante la enseñanza primaria, y partiendo de su condición de "zoquete" - aunque no está muy claro cómo -, superarse día a día hasta lograr licenciarse en Lengua y Literatura y, posteriormente, aportar su grano de arena como enseñante.

(S.H. 2009)

domingo, 13 de septiembre de 2009

"EL VIEJO Y EL MAR" Ernest Hemingway


Recogieron el aparejo del bote. El viejo se echó el mástil al hombro y el muchacho cargó la caja de madera de los enrollados sedales pardos de apretada malla, el bichero y el arpón con su mango. La caja de las carnadas estaba bajo la popa, junto a la porra que usaba para rematar a los peces grandes cuando los arrimaba al bote. Nadie sería capaz de robarle nada al viejo, pero era mejor llevar a casa la vela y los sedales gruesos puesto que el rocío los dañaba, y aunque estaba seguro de que ninguno de la localidad le robaría nada, el viejo pensaba que el arpón y el bichero eran tentaciones y que no había por qué dejarlos en el bote.
Marcharon juntos camino arriba hasta la cabaña del viejo y entraron; la puerta estaba abierta. El viejo inclinó el mástil con su vela arro
llada contra la pared y el muchacho puso la caja y el resto del aparejo junto a él. El mástil era casi tan largo como el cuarto único de la choza. Ésta estaba hecha de recias pencas de la palma real que llaman guano, y había una cama, una mesa, una silla y un lugar en el piso de tierra para cocinar con carbón.

Editorial Seix Barral, 1983 , pág. 11-12


Comentario:


El viejo y el mar
es una novela corta con corte de gran novela. Hemingway la escribió en Cuba en el año 1951 y la publicó un año después. La narración se sitúa en la isla de Cuba y tiene a tres personajes como protagonistas principales: Santiago, el viejo; Manolín, el muchacho; y el Gran Pez. Se trata de u
na obra de gran sencillez, en la que el autor parece que ha aventado el escrito y ha dejado lo esencial; sin ornamentos, sin palabrería, sin vocabulario enrevesado ni rebuscado. Me recuerda este libro a la literatura de Tagore o a la de Herman Hesse en Siddartha. Hemingway ha centrado su escrito en los valores del hombre: la amistad, el trabajo, el amor, la perseverancia, la dignidad o el respeto. Santiago es un pescador de pobreza extrema; no es ninguna novedad en el pueblo donde vive, todos los demás pescadores lo son también. También lo es Manolín, un muchacho que ha entablado una estrecha amistad con el viejo desde que éste le enseñó a pescar. Los dos se entienden muy bien: el muchacho siente admiración por el viejo, el viejo le da mucho cariño, y los dos se tienen un gran respeto. El muchacho salió a pescar con el viejo como ayudante durante cuarenta días y en ese período no lograron pescar nada. Los padres del chico le mandaron a trabajar a otro bote en el que sí se recogía pescado. Ochenta y cuatro días pasaron sin que el viejo consiguiera pescar y, por tanto, ganarse su sustento. Al que hizo ochenta y cinco se echó a la mar solo en su pequeño bote y la suerte quiso que mordiera el anzuelo el Gran Pez, el más grande que nunca hubiera visto. Comenzó entonces un combate de resistencia, de estrategias, de poder, entre el viejo y el pez. Para descubrir los verdaderos valores de esta novela hay que enfrascarse en sus páginas y ponerse en el pellejo del pescador en su lucha con la naturaleza, con el mar, con el esfuerzo, con el dolor, con el hambre y con un animal al que respeta y valora, hablándole con ternura y sintiéndolo a través del sedal que les une. En esta lucha cada uno tiene un objetivo: liberarse el del pez; cobrarlo y llevarlo a puerto para vender su carne, el viejo. Poder mostrar ese maravilloso ejemplar al resto de los pescadores es una forma de triunfo, de la capacidad de un pobre viejo para conseguir la mejor captura. Una forma de decir a los demás "véis, soy viejo pero todavía tengo fuerzas para hacer algo grande". No estaría mal que muchos lectores de la corriente actual de novela pseudohistórica intercalaran entre bestseller y bestseller un libro como éste. En contra de esta novela juega el número de páginas, poco más de ciento cuarenta ( un bestseller que se precie no cuenta con menos de quinientas páginas), pero no hay que preocuparse, es una novelita que va tan por derecho que, una sola acción, capta nuestro interés suficientemente y nos deleita desde el principio hasta el final. (S.H. 2009)

martes, 24 de marzo de 2009

"NUESTRO HOMBRE EN LA HABANA" Graham Green


Wormold abrió el tablero. Luego dispuso sobre los cuadros veinticuatro botellas de whisky en miniatura: doce de bourbon enfrentaban a doce de scotch.
- ¿ Qué es esto, mister Wormold ?
- Una idea del doctor Hasselbacher. Pensé que podríamos jugar una partida en recuerdo suyo. Cuando coma una pieza se la bebe.
- Una idea astuta mister Wormold. Como juego mejor, bebo más.
- Y entonces yo le doy alcance, también en las copas.
- Creo que preferiría jugar con piezas comunes.
- ¿ Tiene miedo de que le derroten, Segura ? Tal vez tenga la cabeza floja.
- Mi cabeza es tan dura como la de cualquiera, pero a veces, cuando bebo, me encolerizo. No quiero perder los estribos con mi futuro padre.

- Milly no quiere casarse con usted, Segura.
- Eso es de lo que tenemos que conversar.
- Usted juegue con el bourbon. Es más fuerte que el scoth. Será mi desventaja.
- No es necesario, jugaré yo con el scotch.
Segura dio vuelta al tablero, sentándose.
- ¿ Por qué no se quita el cinturón, Segura ? Estará más cómodo.
Segura puso el cinto y la cartuchera en el suelo, a su lado.

Editorial Seix Barral, 1984, pág. 243-244

COMENTARIO:

No soy muy dado a seguir esas recomendaciones que, con gran despliegue mediático, hacen las editoriales para convencernos de las excelencias de un libro. Son tanto los intereses que tienen con ánimo de lucro, que harán pasar por maravillosa la obra más vulgar. El bombardeo publicitario consigue, indefectiblemente, convencer a incautos que no dudan que un autor tan conocido (tan conocido por presenciar su imagen y su libro en mil escaparates, centros comerciales, vallas publicitarias, televisiones, etc.) sea la revelación del siglo y la obra un alarde de poderío literario. Y, ya se sabe, lo que no consiga el dinero. Algo así ocurre con la actual moda de literatura pseudohistórica / policíaco / esotérica / fantasmagórica. Pareciendo que basan sus argumentos sobre hechos reales, desvelan y revelan verdades ocultas ( a mayor disparate mayor atracción lectora), verdades que se les han pasado por alto a todos los hijos de vecino que han poblado la Historia. Es más, el hecho ha dado, espectacularmente, la vuelta a la tortilla histórica. A Jesucristo se le descubren hermanos; la Santa Cruz se la guardó un comerciante romano que se asentó en la Hispania Citerior; Galileo celebraba misas negras en una secta; Cristóbal Colón había nacido realmente en Líbano pero, de pequeño, unos piratas secuestraron el barco en el que viajaba con sus padres y lo vendieron a un mercader veneciano; y, por dar término a tantos y tantos motivos argumentales, Napoleón tuvo relaciones íntimas con Agustina de Aragón. ¡Ya!, pues nada, lo que vende vende; todos al tren hasta que se le acabe el carbón. Y esto no es lo malo, lo peor es la mediocridad con la que están escritos la mayoría. Ya lo dije al principio, no me gusta nada la mercadotecnia editorial. Distinto es que alguien, de sobrada seriedad y abundante criterio te transmita las bondades y la calidad de un libro. Te introduzca en la trama, en las virtudes literarias; te muestre que ese pasaje sobre la pasión o la envidia te hará descubrir aspectos en los que merece la pena detenerse. Surgió en una charla el nombre de John Le Carré ( su último libro El hombre más buscado), la guerra fría, Churchill, el espionaje; y él acabó hablándome de Nuestro hombre en La Habana de Graham Green. Un libro bien escrito, un mundo de espías en el que la habilidad para el engaño de un británico residente en La Habana provoca que se vea envuelto en asuntos de alto espionaje. Wormold es un representante de aspiradoras que se ha separado de su mujer y que vive con Milly, su hija, una estudiante de dieciséis años rebelde y atrevida. La acción se desarrolla en la Cuba de Batista. Un año después de la publicación de la novela (1958) se produce la revolución cubana. Hacer de espía le reporta unos ingresos que piensa destinarlos a cubrir los estudios de Milly. Pero, a cambio, debe redactar informes para el servicio secreto británico y enviarlos a Londres. Por supuesto, se los inventa y hasta envía unos planos de sus aspiradoras que hace pasar por armamento. Monta una red de espionaje ficticia que sustenta la mentira que mal que bien lleva adelante. Cuba, y La Habana, como ciudad más importante, están carcomidas por la corrupción, por la delincuencia y por las necesidades. Los abusos y los sobornos forman parte, igual que el uniforme, de las actividades de la policía. Los cabarets, las salas de baile, el alcohol y la prostitución atraen a los extranjeros, aportando a la isla sus buenos dólares. Nuestro hombre en La Habana es un libro escrito por un gran conocedor de los servicios de espionaje. Su argumento nos introduce de un modo irónico, y hasta cómico, en una trama perfectamente elaborada; sus diálogos son el principal atractivo de la novela, bien hilvanados, dinámicos y ocurrentes. Merece la pena prestar atención a personajes como el capitán Segura, el doctor Hasselbacher y Beatriz, la colaboradora de Worlmod. El tema del libro está basado en la realidad, en muchos de los acontecimientos acaecidos entre países enfrentados por la Guerra Fría. El juego sucio existente en las embajadas y consulados de los países que estaban en la órbita de Estados Unidos o en los que estaban tras el Telón de Acero. Códigos secretos, microfilms, planos, pistolas con silenciador, sabotajes a empresas o medios de transporte, intercambio constante de maletines con dinero y/o documentos, asesinatos, etc. son los ingredientes de este tipo de novelas. Algunos consideran Nuestro Hombre en La Habana como la mejor novela de Graham Green, pero El factor humano o El americano impasible son dignas de tenerse en cuenta. Volviendo al principio, es preciso recordar que estamos siempre muy pendientes de las novedades editoriales. A veces reservamos un libro antes de que salga a la venta con el único aliciente de unos anuncios en prensa o televisión, sin embargo, es un buen recurso dirigir la vista atrás y leer esas buenas obras que casi han sido olvidadas y que son excluidas de las librerías por el aluvión de publicaciones que semanalmente necesitan ocupar los lugares privilegiados en las estanterías y en los escaparates. Si tienes amigos que te descubran buenos libros, aprovéchate. También suele ser más barato.
(SH, 2009)

miércoles, 21 de mayo de 2008

"EL ASOMBROSO VIAJE DE POMPONIO FLATO" Eduardo Mendoza

Mis averiguaciones me habían llevado, desde el Ponto Euxino al territorio que, partiendo de Trapezunte, se extiende al sur de la Cilicia, a un lugar donde existe una extraña corriente de agua oscura y profunda, que al ser bebida por el ganado vuelve las vacas blancas y las ovejas negras. Después de un día de viaje a caballo llegué solo al lugar por donde discurren esta agua, me apeé y me apresuré a beber dos vasos, ya que el primero no parecía surtir ningún efecto. Al cabo de un rato se me enturbia la vista, el corazón me late con fuerza y mi cuerpo aumenta groseramente de tamaño a consecuencia de haberse interceptado los conductos internos. En vista de este resultado, emprendo el camino de regreso con gran dificultad, porque me resulta casi imposible mantenerme sobre el caballo y más aún orientarme por el sol, al que veo desplazarse de un extremo a otro del horizonte de un modo caprichoso.

Llevaba un rato así cuando oí una poderosa detonación procedente de mi propio organismo y salí disparado de mi cabalgadura con tal violencia que fui a caer a unos veinte pasos del animal, el cual, presa de espanto, partió al galope dejándome maltrecho e inconsciente.

Editorial Seix Barral, 2008 Pág. 8

COMENTARIO:
Eduardo Mendoza nos lleva en su última novela hasta la Galilea de los tiempos de Herodes Antipas y Augusto.
Pomponio Flato, ciudadano romano, fisiólogo de profesión y filósofo por inclinación, como él mismo se defina, lleva dos años buscando un arroyo cuyas aguas proporcionan la sabiduría a quien las bebe.

En la ciudad de Nazaret, donde se encuentra, han asesinado al rico Epulón y el acusado es el carpintero José, esposo de María y padre de Jesús. El Sanedrín le ha condenado a muerte y la sentencia se cumplirá al crepúsculo. Y Pomponio que, aunque pertenece al patriciado, se encuentra en la más absoluta miseria, maltrecho y aquejado de aerofagia y meteorismo crónicos, ocasionado sin duda por haber probado todas las aguas que encontraba en su camino, se convierte en un auténtico Sherlock Colmes contratado por el niño Jesús. Éste le ofrece 20 denarios de recompensa si demuestra la inocencia de su padre y encuentra al verdadero culpable. El chiquillo no duda en ofrecerse como ayudante (el perfecto Watson) en la difícil tarea.
Comienzan los interrogatorios y la búsqueda de pistas, encontrando pronto confidentes como Filipo, el criado griego, o el indigente, contrahecho y avariento Lázaro.
Los lectores fieles de Eduardo Mendoza sabemos que la trama detectivesca original e irónica es su género más característico. Recordemos al detective de El misterio de la cripta embrujada, qu
e es el narrador de la novela, al igual que hace Pomponio en este último libro, en forma de carta a su amigo Fabio. El laberinto de las aceitunas sitúa nuevamente en el centro de una espiral de intriga al detective en un manicomio.
La aventura del tocador de señoras cuenta con el mismo protagonista convertido esta vez en peluquero ocasional, buscavidas incondicional y víctima de un engaño que le obliga a investigar un asesinato para salvar su propio pellejo.
Pero volvamos con Pomponio Flato, que no tiene tarea fácil. Gracias a su habilidad oratoria, los milagros, la diosa Fortuna, los instintos proféticos del niño Jesús y otras circunstancias que no desvelaré, el enigma, que parecía insoluble, termina por aclararse. El libro surge sin surgir, como nos cuenta Mendoza. En unas vacaciones sin nada que hacer, aprovechando la moda de las novelas thriller y sus lecturas de aficionado de la Biblia (confiesa que es el único libro que relee permanentemente), de los clásicos y de Historia Antigua.
De algo le serviría también el haber trabajado como abogado en el caso de la Barcelona Traction (expropiación de empresas eléctricas), pues aunque nunca descubrió la conspiración que buscaba, sí encontró un recurso literario en la forma de ir datando un suceso a base de mínimos detalles marginales.
Dice el autor que es una parodia en la que no pretende ofender a nadie. Broma honesta y afectuosa. Una osadía humorística. Yo creo que ha mezclado historia y ficción con habilidad, ingenio, ironía y mucho humor, resultando un libro excéntrico y de gran divertimento a la vez que didáctico. Y para que no falte de nada hay hasta una operación inmobiliaria, la recalificación de un solar anejo al templo. Como verán no tiene desperdicio. El disfrute está garantizado.
(J. LL. 2008)


“Podría haber un libro que cambiara tu vida, pero lo que realmente te cambia la vida es ser lector, alimentarse de las ideas, las imágenes, los acontecimientos que nos han ido transmitiendo”.

viernes, 18 de abril de 2008

"OTOÑOS Y OTRAS LUCES" Ángel González

EL OTOÑO SE ACERCA

El otoño se acerca con muy poco ruido:
apagadas cigarras, unos grillos apenas,
defienden el reducto
de un verano obstinado en perpetuarse,
cuya suntuosa cola aún brilla hacia el oeste.

Se diría que aquí no pasa nada,
pero un silencio súbito ilumina el prodigio:
ha pasado
un ángel
que se llamaba luz, o fuego, o vida.
Y lo perdimos para siempre.

Edit. Tusquets editores, 2001, pág. 11


COMENTARIO:

¿Qué pasa por la cabeza de un hombre que frisando ya los ochenta años siente cercano el final de su vida? ¿En qué momento aparece el desánimo (si aparece) o la lucidez de sentir acabarse el tiempo prestado? ¿Cómo afecta al hombre y su conducta? La mente ajena es inexpugnable, inescrutable e inaccesible para los demás. Sólo conoceremos qué sucede dentro de ella si su propietario decide contarlo. Y si quien lo cuenta es escritor y poeta puede suceder, como es el caso, que surja el libro Otoños y otras luces; y que el poeta se llame Ángel González, fallecido en enero de 2008.

Otoños y otras luces (2001), penúltima obra del poeta, está dividido en cuatro partes: I. Otoños; II. La luz a ti debida; III. Glosas en homenaje a C.R. ; y IV. Otras luces.

Es un libro de despedida. Al poeta se le viene encima el peso de toda una vida y en cada poema va soltando lastre; se descarga, a través de la escritura, de los fardos que ha tenido que echarse a la espalda durante tantos años y que ya no le es posible sobrellevar. Las fuerzas físicas y anímicas le debilitan y se siente abandonado, y hasta traicionado, por su propio cuerpo. Y el horizonte ya lo llena el crepúsculo, el otoño y algunas otras luces.

En el ciclo interminable de las estaciones del año, la primavera y el verano siempre se identifican con la vida: vienen acompañados de la eclosión de la naturaleza, del revivir de la savia en las plantas, de la aparición del colorido floral que todo lo llena, de la reproducción y nacimiento de los animales; de la máxima expresión vital, en suma. Sin embargo, el otoño y el invierno han sido siempre metáforas del declive y final de la vida: aparecen los días fríos y lluviosos, el cielo se llena de nubes, las horas de luz se acortan, la noche se impone, los árboles pierden sus hojas y las plantas, en su mayoría, mueren y los animales se ocultan en sus madrigueras, hibernan o desaparecen.

En el primer capítulo del libro, Otoños, Ángel González era consciente de que el invierno de su vida había llegado y escribió estos poemas desde la tristeza, aunque no desde el abatimiento, aceptando lúcidamente el curso natural de la vida. Apareció en él un notable retraimiento a la hora de expresar y comunicar su inquietud, - tratando de no preocupar ni hacer daño a sus allegados, familia y amigos, más que por ahondar en su propio desánimo -, y fue reservándose para sí muchos de los poemas.

En algunos, en un acto de valentía, flirtea con la muerte, aunque sin mirarla a la cara, con un verso sereno, de tono equilibrado y de ironía contenida. Lo vemos en el poema que abre el libro: …se diría que aquí no pasa nada, / pero un silencio súbito ilumina el prodigio: / ha pasado / un ángel / que se llamaba luz, o fuego, o vida. / Y lo perdimos para siempre (El otoño se acerca). Y si nos remontamos al primer verso de este mismo poema el poeta afronta estoicamente y con clarividencia su final: El otoño se acerca con muy poco ruido.

A la muerte, cuando es por longevidad, se llega a través de un paisaje despejado, superados ya los obstáculos y las distracciones que nos depara la vida. A estas alturas ya pocas cosas importan, y muchas de ellas, buenas, regulares o malas, quedaron abandonadas en el recuerdo. No es que el poeta desee la muerte, lo que le desanima son los pocos asideros que a estas alturas tiene la vida. El poeta sólo percibe el presente, la actual e indiscutible realidad: Alamedas desnudas, / mi amor se vino al suelo. / Verdes vuelos, velados / por el leve amarillo / de la melancolía, / grandes hojas de luz, / días caídos / de un otoño abatido por el viento (Casi invierno).

Una vez tras otra reincide en los versos que adelantan lo que serán sus últimas vivencias, las últimas percepciones de sus sentidos en el momento postrero. Aún así, deja bien claro que su vida se acabará pero no el mundo: los demás seguirán escuchando lo que él ya no vea o escuche: El brillo del crepúsculo, / llamarada del día / que proclama que el día ha terminado / cuando aún es de día. / El acorde final que, / resonante, dice el fin de la música / mientras la música se oye todavía (Este cielo).

Desde que publicó Otoño y otras luces hasta su muerte han pasado siete años. Si ya esos versos mostraban su desánimo y la desesperanza se apoderaba de él, este tiempo transcurrido ha sido su particular travesía del desierto, con un sufrimiento comedido y encubierto, aunque familiares y amigos -entre ellos Caballero Bonald y Luis García Montero-, comenzaron a darse cuenta de que Ángel no era el mismo, que por su cuerpo rondaba la apatía y el hartazgo de este “áspero mundo”, recurriendo al título de su primer libro, todo un emblema en su carrera literaria.

En la segunda parte, “La luz a ti debida”, abandona el tono triste y premonitorio del fin de la vida y lo dedica al amor, a la pasión y a la juventud. Repasa y revive otros tiempos intensamente vividos, embriagado por el amor, aunque con un regusto amargo a veces: Entré en tu cuerpo lleno de esperanza / para admirar tanto prodigio desde / el claro mirador de tus pupilas. / Y fuiste tú la que acabaste viendo / el fracaso del mundo en las mías (Quise). Estos poemas, aunque tratan de amor, no muestran ilusión o alegrías (o, al menos, no de manera desbordada), sino que describen con actitud serena lo que para él supuso el amor, lo que sintió y lo que todavía siente. Pero esto no le distrae ni le desvía de la fijación que llena su mente, del presentimiento de que el fin se acerca y del sentimiento de pérdida que en algunos versos anticipa:

Sé que llegará el día en que ya nunca / volveré a contemplar / tu mirada curiosa y asombrada (La luz a ti debida)

Por eso, ahora, / mientras aún es posible, mírame mirarte. (La luz a ti debida)

La tercera parte, Glosas en homenaje a C.R. está dedicada al poeta Claudio Rodríguez ,fallecido en 1999, su amigo y compañero de generación. El poeta de Don de la ebriedad (1953), Conjuros (1958) o El vuelo de la celebración (1976).Una necesidad, un reconocimiento al admirado amigo antes de que lo impida su propia muerte:

Levantaste la voz para decirlo, / alzaste tu palabra hasta dejarla / en vilo, incólume, / salvadora y salvada / en el espacio prodigioso / donde pueden pisarse las estrellas. (Poema V)

En la última parte del libro, Otras luces, los poemas reflejan su visión sobre los tiempos vividos. Las penurias de la guerra, la posguerra o la dictadura: Todo el mundo era pobre en aquel tiempo, / todos entretejían / sin saberlo / - a veces sonreían - / los hilos de tristeza / que formaban la trama de la vida (Viejo tapiz). La pobreza y la necesidad,- y lo que era peor, la dificultad para salir de ella -,y las pocas expectativas de un futuro mejorable provocaban en los españoles de entonces una inclinación al desánimo que constata Ángel González en su poema Luna de abajo : Luna de abajo, / en el fondo del pozo,…/ Luna que no refleja el sol, sino a sí misma…/ Luna de abajo, luna por los suelos,/ para los transeúntes de la noche, / que vuelven a sus casa cabizbajos.

Este libro ha sido levantado por el poeta (lo ha dicho el mismo) sobre la nostalgia, la elegía, el paso del tiempo y la vejez. Probablemente son los fantasmas que aparecen cuando se tiene una larga vida por detrás, multitud de vivencias y una lucidez que en nada ayuda a enfrentarse con la muerte.

Hay mañanas que no me atrevo a abrir el cajón de la mesa de noche / por temor a encontrar la pistola con la que debería pegarme un tiro.

… Hay mañanas que no debería amanecer nunca (Versos amebeos).

Creo que estos últimos versos, en su sentido más metafórico, avisan del deterioro anímico que invadía a Ángel González casi una década antes de que falleciera, cuando vieron la luz los poemas que darían lugar a este libro.

Su estilo es el de siempre: coloquial, sencillo, depurado, de palabra exacta y cargada de sensaciones que el lector siempre celebra. Su lenguaje, nada retórico, y mucho menos laberíntico, en cuanto a la construcción de los versos ,y la transmisión de su modo de ver el mundo y de vivirlo. Es un poeta (y digo es, porque pervive en sus libros que ahora tengo sobre mi mesa) con el que se puede hablar interiormente desde el poema que estemos leyendo, porque lo sientes cercano, porque se ofrece y nos deleita al mismo tiempo, porque solicita nuestra atención para hablarnos, en confidencia, de sus miedos, de sus deseos y de lo amarga que es la vida;
quizá no ahora, en el presente, sino en el insufrible e inamovible pasado que tantos sacrificios personales e intelectuales le tocó pasar a él y a los de su generación, reflejados en sus libros Áspero mundo(1956) o Tratado de urbanismo(1967). Se puede hablar en estos casos de las secuelas de la libertad enjaulada.

“Estos poemas son muy tristes, me han salido muy negros y no creo que los deba publicar”, dijo.

http://es.youtube.com/watch?v=SKm22WyGHGs&feature=related

(SH, 2008)

viernes, 15 de febrero de 2008

"PAÍS QUE FUE SERÁ" Juan Gelman

EL ACOSO

Estar triste es un hecho.
Comerse la tristeza un acto.
Entre el acto y el hecho pasan
una luna infantil y un libro
blanco donde
maquillaron la palabra dolor.
Ahora parece un fruto, una
casualidad o esperanza, isla
sola en el suelo.
Al fondo, se ve el vértigo
de pájaros anónimos que matan
olvidos de compunción.
No van más lejos
que el nacimiento de un delirio.
Alguien habla en la copia de mí
y hace ruido un temblor acosado.

Edit. Visor Poesía, 2004, pág. 32

COMENTARIO:
Reconozco que, hasta ahora, no había leído ningún libro de Juan Gelman. Alguna referencia a su poesía y su persona en algún suplemento literario y poco más. Como todo el mundo sabe fue elegido Premio Cervantes en el año 2007, galardón que le será entregado la próxima primavera en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá.
Me ha llamado la atención tres o cuatro datos sobre su biografía que vale la pena destacar. Gelman nació en Buenos Aires en 1930 en una familia
pobre. Descubre la poesía a finales de los años cuarenta y poco después se afilia a las juventudes comunistas. Distintos avatares políticos le llevan al exilio después del golpe de la Junta Militar de 1976, durante el período 1975-1988. Vivió el exilio en España, Italia, Francia, Nicaragua...
A lo largo de una vida multitud de pequeños o grandes sucesos moldean el carácter, el comportamiento, la aptitud vital, las ambiciones o los temores de una persona. En el caso de Gelman dos grandes acontecimientos marcaron su presente y su futuro.
El primero tuvo lugar en los primeros momentos de la dictadura militar: el ejército argentino secuestró, torturó y asesinó a su hijo Marcelo, de veinte años. Su nuera María Claudia, embarazada de siete meses, también fue detenida y trasladada al Hospital Militar de la capital uruguaya donde dio a luz. A los dos meses el bebé, con identidad falsa, le fue retirado y pasó a una familia uruguaya. Mª Claudia fue asesinada.
Después de muchas investigaciones e indagaciones -su constancia la mantuvo durante veintitrés años- y con la ayuda de la comunidad artística e intelectual de todo el mundo, dio con su paradero. Gelman preservó su identidad y ella cambió de apellidos y tomó los de su padre.
Para el poeta existe un vacío de veintitrés años que es difícil de llenar. Al contrario que le sucede a cualquier abuelo, él no pudo verla crecer desde niña, ni disfrutar de su juegos, ni verla hacerse mujer. Después de establecer contacto con ella dice " estamos logrando reconstruir la relación a partir del encuentro, mirar hacia adelante". Y, desde el asesinato de su hijo y su nuera, el dolor y el sufrimiento han convivido y vivido en él, acentuados por su propio exilio.
El segundo acontecimiento que marca su vida es el distanciamiento de su madre, debido a su condición de exiliado, y la sorprendente manera en que conoce su muerte. En 1982 residiendo en Nicaragua, recibe en un mismo día tres cartas: una de su madre, otra de su consuegra ( en la que le decía que su madre estaba bien, después de haber tenido dos recaídas del cáncer) y una tercera de su hermana que le comunicaba el fallecimiento de la madre. Uno imagina la confusión, el galimatías de sensaciones, la incredulidad y la perplejidad padecidas al tener en las manos tres realidades diferentes sobre su madre y la evidencia de su fallecimiento.
Y, dicho lo anterior, si el sujeto es escritor y poeta, forzosamente tiene que quedar recogido en su obra.
País que fue será (2004), el libro que he leído hace unos días, fue escrito en el período que los críticos consideran como su tercera fase poética "no exenta de melancolía descorazonadora y de rabias súbitas, y de reconciliación y paz... El tiempo de la reintegración familiar y del encuentro cono nuevos amigos en un nuevo país" (México, en el que vive con su segunda mujer desde 1988).
Lo componen poco más de ochenta poemas que no rebasan, por lo general, los veinte versos. ¿Los temas? El amor, el ambiente en el que vive, las guerras, la muerte, la vida pasada y la futura, los posos del dolor y sus pesadillas (¡cómo no!).
No es un poeta fácil. Esto sería tema de discusión con quienes la poesía se les hace cuesta arriba. Son poemas que necesitan, en muchos casos, una relectura inmediata. Algunos críticos le acusan de "descuartizar el lenguaje" de "agramaticalidad" de "sintaxis retorcida". En los poemas Blanco, Cartas o Vejeces las alteraciones gramaticales no facilitan la comprensión del poema -son como manchas de niebla que ocultan partes imprescindibles para entender el todo-; pero, como la niebla, desaparecen con mayor o menor prontitud, mostrándose entonces despejada la comprensión del poema. Sin embargo, este proceder no es la norma del libro.
El poema Saberes es consecuencia del cercano final de una vida y conlleva una intensa carga poética y una lógica desesperanza: Pasé junto al árbol que da flores blancas en invierno/ y supe/ que moriré antes que él./ En mi puerta el sol dora/ pasados por venir. También sobresalen entre sus preocupaciones los despropósitos que acontecen en el mundo en Escenas de guerra: "Convierten al mundo en hospital,/ quieren que no esperemos nada".
En su memoria está muy presente todo el horror que le "vivieron" (emulando aquí su distorsión en el lenguaje) en un pasado no muy lejano, y ello queda patente en el poema Jenin: "...Hay asesinos/ y aplausos para los asesinos./Caigo en los huecos/ del alarido, vienen/ pesadillas de un país distante./ Son pesadillas de mí mismo./ Me matan muchas veces/ junto a tu piel suave." País que fue será, no es un libro superficial y conviene, por ello, sumergirse en él. Sentiremos a veces como si en el aire hubiera escasez de oxígeno, como si las vivencias y preocupaciones de Juan Gelman, trasladasen su angustia al lector. Es un libro lleno de verdad, de una verdad dolorosa; también de pequeñas alegrías, de pasiones y de curiosidad. Por todo él, como si de un cetáceo se tratara, la muerte emerge y enseña su guadaña, sumergiéndose nuevamente hasta que unas páginas más adelante siente nuevo deseo de respirar. Nada anormal si pensamos en que el asesinato de un hijo es una herida que nunca deja de supurar: "El pasado se amontona/ en un instante descuidado, se/ enmarañan sus cuándoscómos" (El Paraje).
Una vez descubierta la poesía de Juan Gelman ( ya dije al principio que casi no lo conocía), me he propuesto leer su libro Carta a mi madre, publicado en Buenos Aires en 1989, y del que desconozco si ya se ha publicado en España. De él, Antonio Gamoneda refiere que su poesía "No tiene nada que ver con la ficción, sino que procede directa y radicalmente de la vida".
En este mes de febrero está previsto que la editorial Visor edite Mundar el último libro escrito por Gelman.
(S.H., 2008)

lunes, 31 de diciembre de 2007

"NIEVE" Orhan Pamuk

"Profesor, llevo dos días en la carretera en medio de una tormenta de nieve; en el autobús no he hecho más que pensar en usted. Créame, sabía perfectamente que me iba a decir que es un hombre temeroso de Dios. Así que le voy a hacer la pregunta que me ha estado rondando por la cabeza todo este tiempo. Si temes a Dios, señor catedrático Nuri Yilmaz, y crees, señor profesor, que el Sagrado Corán es la palabra de Dios, entonces podrás decirme lo que opinas de la hermosa aleya treinta y uno de la azora de la Luz."/"En esa azora, sí, se dice de una manera muy clara que las mujeres deben cubrirse la cabeza, incluso taparse el rostro."/"Buena respuesta, muy honesta. ¡Gracias, profesor! Entonces, ¿puedo preguntarle algo? ¿Cómo puede compaginar esa orden de Dios con su prohibición de que nuestras jóvenes vayan cubiertas a la escuela?"/"El que las jóvenes no vayan cubiertas a las aulas ni a las escuelas es una orden de nuestro Estado laico."/"Disculpe, profesor, ¿puedo preguntarle algo? ¿Qué es más importante, una orden del Estado o una orden de Dios?"/"Buena pregunta. Pero en un Estado laico son cosas separadas".

Edit. Punto de lectura, 2007, pág. 68


COMENTARIO:
En la obra Nieve, a Orhan Pamuk no se le puede aplicar el refrán castellano "hay que saber nadar y guardar la ropa". En una entrevista concedida al diario El País (Babelia) el 24 de septiembre de 2005, reconocía que no había dejado contento a nadie: "tanto los lectores laicos, como los islámicos se sintieron ofendidos de alguna forma...Los laicos pensaron que se mostraba comprensión hacia los políticos islámicos retratados en el libro como si fueran víctimas del Ejército turco. Y los políticos islámicos pensaron que me estaba riendo un poco de ellos por sus ideas, su brutalidad, su confusión y su miseria".
Nieve es una novela eminentemente política que muestra de una manera diáfana la sociedad turca, sus costumbres, su división religiosa, sus enfrentamientos y las preocupaciones de sus gentes.
En Turquía se han distinguido dos corrientes religiosas: la laicista, apoyada por el ejército y los sectores más progresistas, y la islámica, más tradicional, con sus seguidores dentro del sector más popular. Las dos están recogidas en esta obra apareciendo continuamente en la trama.
El personaje principal de la obra y, además, su hilo conductor es Ka, un poeta turco que se vio obligado a exiliarse en Alemania. Regresa a Kars, su ciudad natal, situada en el norte de Turquía, para cubrir como periodista del diario La República de Estambul dos noticias de gran relevancia: la celebración de elecciones municipales y el suicidio de jóvenes mujeres islamistas que han preferido morir antes que quitarse el velo que les cubre la cabeza (llevado por razones religiosas), al recomendar el gobierno no asistir con él a las clases.
Ka, debido a sus años de estancia obligada en el extranjero, representa el hombre culto, el intelectual, la persona que ha asumido el modo de vida europeo occidental y que defiende el laicismo para su país. Él mismo se considera ateo. Un ateo al que hacen dudar de su condición religiosa muchos de los personajes islámicos militantes con los que entra en contacto durante su estancia en Kars.
La corrupción, las diferentes facciones de poder (algunas de ellas auténticamente mafiosas), el miedo a vivir y el miedo a la facilidad con la que se puede perder la vida, la pobreza, la pasividad de muchos de sus hombres y mujeres, la autoridad incuestionable de padres y maridos, el sometimiento familiar..., son tratados con verdadero detalle, trasladando al lector la atmósfera social e individual en la que se desenvuelven los ciudadanos.
Y en medio de los acontecimientos que se relatan, en un ambiente tan pútrido, se desarrolla una historia de amor protagonizada por el propio Ka e Ipek, una bella mujer que encandila al poeta y que da lugar a un meteórico enamoramiento vivido durante los tres días en que se desarrolla la obra. Ipek se encuentra, por carácter y educación, más cerca del grupo social empeñado en sacar a Turquía del atraso económico y de los lastres religiosos.
Nieve es una novela de contrapesos. Al terminar la última página nos encontramos con una obra que queda completamente compensada y equilibrada. El autor no se decanta por nadie. Él mismo lo ha dicho: "este libro no pretende solucionar los problemas de Turquía; de lo que se trata en este libro es de comprender a la gente que ha quedado totalmente atrapada por estos problemas de laicismo, islamismo político, modernidad, tradición, amor a la familia y la imposición de una manera de pensar, vestir, hacer..."
La nieve, como agente meteorológico, es un elemento esencial en la obra. Sobre ella se soporta desde el inicio el argumento, e incluso el trabajo poético de Ka está sustentado en ella. Pero, a mi parecer, anotaremos en el debe de Pamuk la falta de credibilidad de Ka como poeta. De los poemas que escribe en esos tres días el autor se encarga de que conozcamos el título de cada uno (incluso al final del libro crea un índice), pero sorprende que, no mostrando al lector ni uno sólo de los poemas escritos, sí nos convenza de su facilidad para escribir de carrerilla treinta o cuarenta versos en record olímpico. Sin embargo, cualquier poeta ha expresado innumerables veces la dificultad que entraña parir un poema, un verso, una palabra. La poesía necesita pensamiento, elaboración y decantación, lo más alejado de la velocidad a la que escribe Ka. Para muestra un botón:
  • pág. 155 "En ese momento, mientras nadie le prestaba atención, a Ka se le vino un poema. Llevaba consigo el cuaderno y, con la experiencia que le había proporcionado el primer poema, le prestó toda su atención a la voz que se elevaba en su interior y ahora pudo escribir de un solo golpe los treinta y seis versos sin que se le escapara ni uno".
Considero que Orhan Pamuk ha otorgado a Ka el oficio de poeta como podía haberle adjudicado el de representante comercial o bibliotecario, por poner un ejemplo. Y aún así, ninguna de estas profesiones restarían ni un ápice el papel tan relevante que este personaje desempeña en este buen libro.
(S.H., 2008)

domingo, 18 de noviembre de 2007

"LA CAVERNA" José Saramago


La vivienda y la alfarería fueron construidas en este amplio terreno, probablemente una antigua era, o en un ejido, en cuyo centro el abuelo alfarero de Cipriano Algor, que también usara el mismo nombre, decidió en un día remoto del que no quedó registro ni memoria, plantar el moral. El horno, un poco apartado, ya era obra modernizadora del padre de Cipriano Algor, a quien también le fue dado idéntico nombre, y sustituía a otro horno, viejísimo, por no decir arcaico, que, visto desde fuera, tenía la forma de dos troncos cónicos sobrepuestos, el de encima más pequeño que el de abajo, y de cuyos orígenes tampoco quedó memoria. Sobre sus vetustos cimientos se construyó el horno actual, este que coció la carga de la que el Centro sólo quiso recibir la mitad,...

Edit. Alfaguara, 2003, pág. 32


COMENTARIO:
Al igual que en Ensayo sobre la ceguera, Saramago trata y denuncia en La Caverna el aprovechamiento y la manipulación inmoral que ejercen unos seres humanos sobre otros. En La Caverna el desarrollo narrativo intenta desvelar el comportamiento de quienes de un modo miserable, amparándose en las grandes multinacionales, en la libertad de mercado, en el capitalismo que sólo considera útil aquello a lo que se puede extraer un rendimiento, pisotean la dignidad de los más indefensos. A la sociedad de consumo qué le importa el individuo; qué le importa el trabajo sosegado, la destreza artesanal o el objeto acabado con amor, si sólo le vale el enriquecimiento vertiginoso vendiendo aquello que se produce en serie y mecánicamente; qué le importa todo esto si su lema es : obtener el mayor beneficio con el menor coste. Ellos siempre tratan de confundirnos y de anular nuestra voluntad. Y, visto lo visto, lo consiguen. Nos manipulan nuestros deseos, nuestra forma de vida. Propician que renunciemos a las pequeñas cosas, aquéllas que son la esencia de la vida y que, además, suelen ser gratuitas. La tesis de José Saramago es transparente: directa, indirecta o subliminalmente nos conducen al redil, a la majada, al Centro Comercial. Al lugar donde no hace frío ni calor, ni te mojas; donde puedes alimentarte, vestirte, calzarte, divertirte, solazarte; al lugar donde consiguen vaciarte simultáneamente los bolsillos y la tarjeta de crédito. En el Centro Comercial está la realidad, el verdadero disfrute de la vida; lo de fuera es la penuria, el vacío, la soledad. Los borregos actuales ya no necesitamos perros pastores que reconduzcan al rebaño por el camino correcto; de eso se encargan grandes inversiones publicitarias que, si no tienes la buena suerte de confundirte en las rotondas, te dirigen mediante cientos de vallas hacia la boca que todo lo engulle, vehículos y pasajeros, para que ocupemos durante unas horas nuestro merecido lugar en el Paraíso.
En la novela de Saramago sus personajes resuelven defenderse y recuperar su dignidad.
(S.H.-2007)

viernes, 9 de noviembre de 2007

"MI DIOS" Mohandas Gandhi


La no violencia es la fuerza suprema de que dispone la humanidad. Es más poderosa que la más potente arma de destrucción concebida por la inteligencia humana. La destrucción no es la ley de los humanos. El ser humano sólo vive libremente si está dispuesto a morir, si es necesario, a manos de su hermano, sin cometer nunca un asesinato. Todo asesinato o cualquier otro daño perpetrado o infligido contra otro es, sea cual sea su causa, un crimen contra la humanidad.
- Harijan, 20 de julio de 1935, pp. 180-181

La no violencia es una fuerza activa del orden más elevado. Es la fuerza del alma o el poder de la Divinidad dentro de nosotros. El ser humano imperfecto no puede captar la totalidad de esa esencia -pues no puedo soportar todo su resplandor-, pero una sola fracción infinitesimal de ella, cuando llega a actuar dentro de nosotros, puede hacer milagros. El sol que brilla en el cielo llena todo el universo con su calor vivificante. Pero si alguien se acercara demasiado a él, quedaría reducido a cenizas. Lo mismo sucede con la Divinidad. Nos hacemos semejantes a Dios en la medida en que vivimos la no violencia; pero nunca podremos llegar a ser completamente iguales a Dios...
- Harijan, 12 de noviembre de 1938, p. 327

Edit. Sal Terrae, 2001, págs. 36-37

COMENTARIO:
La primera conclusión a la que llegamos después de leer Mi Dios de Ghandi es que nos encontramos ante un hombre profundamente religioso. Y, aunque vivir intensamente la religión no es equivalente a ser un buen hombre - o una buena mujer - (a la Historia me remito), en él si que podemos personificar la bondad y la preocupación por el prójimo.
Cita en algunos pasajes a los dioses monoteístas (Dios cristiano, Yahvé, Alá) y sus religiones (cristianismo, judaísmo, islamismo) y se declara escrupulosamente respetuoso con ellas. Las considera, además, tan verdaderas como la suya. Y esto es importante. No se puede decir lo mismo de la actitud de muchos creyentes cristianos o musulmanes (principalmente sus dirigentes) que sólo dan validez a la suya, y no les duelen prendas en declarar la guerra "al infiel", a aquellos que no profesan o aceptan su religión o, simplemente, se consideran ateos.
Y si Ghandi es el príncipe de la no-violencia es porque consideraba que la práctica religiosa más debe ser un punto de encuentro que de enfrentamiento. De todos modos, sí que proponía la no-violencia activa, en la que distinguía cuatro grupos diferentes de acciones según el nivel de intensidad: el diálogo, la acción directa (movilizaciones masivas), la no cooperación y la desobediencia civil.
En la web www.sipaz.org/documentos/ghandi he encontrado una somera explicación sobre LA LUCHA DE GHANDI Y LA NO VIOLENCIA ACTIVA. Transcribo el párrafo en cuestión:
  • El “Diálogo” se identifica por ser una acción de comunicación e información; se le hace saber al otro la postura propia. La “Acción directa”, que interviene en caso de que el diálogo no sea suficiente, son movilizaciones de masas, mítines, marchas y actos similares. La “No-cooperación” es dejar de efectuar acciones que reproduzcan las causas de la opresión, generalmente se la identifica con el boicot y el ayuno. Una de las mayores campañas gandhianas de no-cooperación con los ingleses fue conseguir que el pueblo hindú dejara de comprar ropa inglesa y se confeccionara su propia ropa a mano con tela hindú. Finalmente, el nivel más alto de la no-violencia es la “Desobediencia civil”, que consiste en negarse a obedecer leyes o mandatos inhumanos e implica el uso del cuerpo y de armas morales.
La relación de Ghandi con Dios fue simple: Dios es la Verdad, y para encontrarlo hay que ser congruente en pensamiento, palabra y acción.
Para dar verdadero sentido a estas palabras miremos hacia El Vaticano. ¡Hay tantos purpurados que deberían pasarse unas cuantas horas diarias dándole a la rueca, probando en sí mismos las hieles de la pobreza alejados de palacios y catedrales, estando al lado de los que sufren necesidad, dolor y enfermedad!
¿ O no ?
(S.H., 2007)

miércoles, 10 de octubre de 2007

"ANTONIO LÓPEZ" de Sandra Miranda



En estos atardeceres del estío, está terminando de pintar la ciudad de Madrid; la contaminación está allí, creación maligna del hombre, pero no le impide transcribir al lienzo la ciudad cansada, el sudor, el ruido de las cisternas, los nacimientos y las muertes, murmullo de voces, vaho oscuro de millones de alientos, la fatiga de los cuerpos. ¡Inmensa mole!, plasmada al final del día, cuando el sol benévolo se retira.
La ciudad. Antonio interroga a su masa, energía contenida, materia que se disolverá en la nada, melancólico sino intuido, escrito en sus lisas murallas.
La ciudad con pátina vejatoria. La ciudad que el hombre ha diseñado le dio esperanza, ahora la mancilla con su máquina de egoísmo infernal. Indefensa está ahí, podría decirnos: si mis átomos se desataran, sería una poderosa zarpa que os destrozaría(...) Esta mañana pinta una calle madrileña, calle con asombroso poderío y mansedumbre, quieta, vacía; la pinta al amanecer, en el silencio que antecede al despertar del hombre. Antonio en el centro, suelo denso de asfalto, con la mirada siguiendo las fachadas y los muros, hasta la línea del horizonte donde todo confluye. Antonio está quieto; la comprensión llega en silencio. La calle emerge humanoide, real como una enfermedad, melancólica mole, con nostalgia de nave a las estrellas.
Pinta la luz, la densidad de los muros, de las puertas y ventanas, el peso del aire, que es un cuerpo. Pinta el aire en sus recipientes, en la gran habitación sin límites que es el cielo. Pinta las fachadas con su carga de elocuencia, soldadas con el suelo, que es la tierra.
Antonio últimamente penetra más y más en lo Real, inquietante enigma.


Enrique Gran
"Sobre Antonio López" en Cuadernos Guadalimar nº 2 (Ediciones Rayuela, Madrid, 1977)
Grandes Genios del Arte Contemporáneo Español. El siglo XXI
pag. 154, Biblioteca El Mundo, 2006

jueves, 27 de septiembre de 2007

"EL CORAZÓN HELADO" Almudena Grandes



A mí no me gustan los entierros, ellos lo saben.No me gusta el gesto indiferente de los sepultureros que adoptan una expresión de condolencia artificial y previsible, tan humana, cuando su mirada se tropieza con la de los deudos. No me gusta el ruido de las palas, ni la brutalidad del ataúd rozando las paredes de la fosa, ni la silenciosa docilidad de las sogas al deslizarse, ni la liturgia de los puñados de tierra y las rosas solitarias, ni esa sintaxis pomposa, fraudulenta, de los responsos.
No me gusta el ritual macabro de esa ceremonia que siempre acaba siendo tan breve, tan trivial, tan inconcebiblemente soportable, todos lo saben. Por eso estaba solo, lejos, con Mai al lado, separado de los míos y de los otros, tan lejos de los abrigos de pieles como de las chaquetas de lana y casi a salvo del ronroneo del cura que mi familia se había traído de Madrid...."

Álvaro,
Edit. Tusquets , 2007, pág. 18
COMENTARIO:
El corazón helado es la historia de dos familias, opuestas ideológicamente, marcadas por la guerra civil española. Comienza la narración en el año 2005. En el entierro de Julio Carrión, uno de sus hijos ve a una mujer desconocida. Iremos averiguando casi todo sobre su vida, como que es hija y nieta de exiliados republicanos en Francia. Lo que ni ella ni el hijo de Julio Carrión sospechan en ese momento es que van a vivir una intensa y dolorosa historia de amor, y van a ver cómo su pasado se cruza de forma dramática.
La novela nos cuenta la guerra, el exilio, el franquismo y la transición, vivida de forma distinta por las dos familias. Está relatada por los nietos y son dos los narradores que van alternando y aclarando la historia un tanto compleja y a veces repetitiva. A pesar de esto y de su, a mi parecer, injustificada extensión, logra mantener el interés. Quizás porque no cuenta la historia de aquella época, sobre la que tanto se ha escrito, sino los sentimientos de sus personajes, sus vidas.
Lo cierto es que la novela emociona, conmueve y sorprende con su desenlace.
Y detrás de todo, la novela quiere ser lo que la propia autora ha declarado en alguna entrevista: un ejercicio de memoria histórica y el intento de saldar una deuda con el bando republicano.
(J.LL.,2008)

miércoles, 26 de septiembre de 2007

" EL NIÑO CON EL PIJAMA DE RAYAS " John Boyne


El coche oficial con las banderitas en el capó los llevó a una estación de ferrocarril que tenía dos vías separadas por un ancho andén. A cada lado del andén se encontraba un tren esperando a que subieran los pasajeros. Como había tantos soldados desfilando por el otro lado y la alargada caseta del guardavía interrumpía la visión, Bruno sólo pudo ver brevemente a la multitud. Entonces él y su familia subieron a un tren muy cómodo en el que viajaban muy pocos pasajeros, había muchos asientos vacíos y entraba bastante aire fresco cuando bajaban las ventanillas. Si los trenes hubieran estado orientados en sentidos opuestos, pensó, no habría parecido tan raro, pero no era así; ambos apuntaban hacia el este. Tuvo ganas de gritar a aquella gente que en su vagón quedaban muchos asientos vacíos, pero se abstuvo porque intuyó que, aunque aquello no hiciera enfadar a Madre, seguramente pondría furiosa a Gretel, lo cual habría sido peor.
Bruno no había visto a su padre desde la llegada a la nueva casa de Auchviz. Poco antes había creído que quizá estaba en su dormitorio, cuando la puerta se había entreabierto, pero resultó ser aquel joven soldado antipático que había mirado a Bruno con unos ojos que no reflejaban ni pizca de ternura.

Edit. Salamandra, 2007, pág. 47

martes, 18 de septiembre de 2007

"LA DICTADURA DE FRANCO" , Javier Tusell


... la democracia es un sistema político que resulta incomparablemente superior a una dictadura. No lo es porque se trate del menos malo de los sistemas, sino porque un sistema que tiene como fundamento la libertad es estrictamente más humano: el que hace que la persona pueda desarrollar todas sus potencialidades, el que muestra mayor aprecio por su dignidad y el que supone que todos puedan llegar a cooperar en la tarea común. No hay, pues, sólo un superioridad funcional de la democracia sobre la dictadura sino, sobre todo y antes que nada, una superioridad ética. Cabe añadir, además, que nunca una dictadura es inevitable; siempre hay una solución a través de la cual, a pesar de todas las dificultades, los seres humanos pueden conservar la libertad en que vivieron durante el pasado; si el futuro no está escrito, menos aún el ser humano está condenado a esa privación de libertad. Una dictadura es siempre una de las peores soluciones: puede resolver un problema concreto, pero suele aplazar todos.


Edit. Altaya, 1996, pág. 355

lunes, 6 de agosto de 2007

"LOS LIBROS ARDEN MAL", Manuel Rivas


Yo no quiero ser ningún caso, dijo desconfiado. ¿Qué le pasa a mi corazón?.
Su corazón es un libro, dijo Afrodita. antes de éste, ha tenido dos infartos. Se ve en las cicatrices. Los doctores no se explican cómo ha salido adelante sin atención médica. ¿Usted no se acuerda? Tuvo que sentir cómo se le iba el hilo de la vida.
Alguna vez sí que se me olvido respirar, sí.
¿Y qué hizo entonces?
Tirar del aliento. Tuve que tirar del aliento. Y sacarme las herraduras de la muerte.

Polca,
Edit. Alfaguara, 2006, pág. 585