miércoles, 10 de octubre de 2007

"ANTONIO LÓPEZ" de Sandra Miranda



En estos atardeceres del estío, está terminando de pintar la ciudad de Madrid; la contaminación está allí, creación maligna del hombre, pero no le impide transcribir al lienzo la ciudad cansada, el sudor, el ruido de las cisternas, los nacimientos y las muertes, murmullo de voces, vaho oscuro de millones de alientos, la fatiga de los cuerpos. ¡Inmensa mole!, plasmada al final del día, cuando el sol benévolo se retira.
La ciudad. Antonio interroga a su masa, energía contenida, materia que se disolverá en la nada, melancólico sino intuido, escrito en sus lisas murallas.
La ciudad con pátina vejatoria. La ciudad que el hombre ha diseñado le dio esperanza, ahora la mancilla con su máquina de egoísmo infernal. Indefensa está ahí, podría decirnos: si mis átomos se desataran, sería una poderosa zarpa que os destrozaría(...) Esta mañana pinta una calle madrileña, calle con asombroso poderío y mansedumbre, quieta, vacía; la pinta al amanecer, en el silencio que antecede al despertar del hombre. Antonio en el centro, suelo denso de asfalto, con la mirada siguiendo las fachadas y los muros, hasta la línea del horizonte donde todo confluye. Antonio está quieto; la comprensión llega en silencio. La calle emerge humanoide, real como una enfermedad, melancólica mole, con nostalgia de nave a las estrellas.
Pinta la luz, la densidad de los muros, de las puertas y ventanas, el peso del aire, que es un cuerpo. Pinta el aire en sus recipientes, en la gran habitación sin límites que es el cielo. Pinta las fachadas con su carga de elocuencia, soldadas con el suelo, que es la tierra.
Antonio últimamente penetra más y más en lo Real, inquietante enigma.


Enrique Gran
"Sobre Antonio López" en Cuadernos Guadalimar nº 2 (Ediciones Rayuela, Madrid, 1977)
Grandes Genios del Arte Contemporáneo Español. El siglo XXI
pag. 154, Biblioteca El Mundo, 2006